Es de todos conocido que para ayudar a un pueblo hambriento es más eficaz ‘enseñarle a pescar que darle un pez’. En 2019 se estrenó la película El niño que domó el viento (The boy who harnessed the wind), en ella su director Chiwetel Ejiofor narra la historia real de William Kamkwamba, un adolescente de 13 años que, en 2001, salvó a su pueblo de la hambruna construyendo un molino de viento. William, que había sido expulsado de la escuela porque sus padres no la podían pagar, decidió estudiar por su cuenta y aprender de los libros de tecnología de la biblioteca de su colegio. Allí descubrió cómo hacer un molino de viento gracias a una vieja bicicleta y algunas piezas de un tractor desguazado.
Una vez más la realidad supera la ficción. A partir de ese momento la sequía ya no causó más hambre a su pueblo. Esta obra de ingeniería creativa casera garantiza en la actualidad el alimento a sus habitantes favoreciendo el bienestar y el progreso de toda la región. El ingenio, la curiosidad, la persistencia y la lucha por la supervivencia hacen que William investigue y aprenda por sí mismo hasta resolver el problema de su aldea, y lo hace de una forma innovadora.
Desde la era industrial, el mundo ha ido pasando por sucesivas revoluciones tecnológicas que a su vez han causado grandes progresos económicos y sociales. Cada avance ha supuesto una mejora en la calidad de vida de la población mundial hasta alcanzar, según datos del Banco Mundial, el 75% de personas fuera del umbral de la pobreza en 2017. Antes de la pandemia global Covid-19, los datos hacían pensar que se podía llegar reducir al 3% el número de personas en situación de pobreza extrema en 2030. Sin embargo, la inesperada irrupción del coronavirus ha provocado un punto de inflexión en la curva y tras 20 años de mejora continua, la tendencia cambia a la baja, desvaneciéndose las esperanzas de llegar a la meta marcada por la agenda 2030 de objetivos de desarrollo sostenible de la ONU. (ONU, 2015).
Desde la era industrial, el mundo ha ido pasando por sucesivas revoluciones tecnológicas que han causado grandes progresos económicos y sociales
Y es que, en el mundo tecnológico e incierto del primer cuarto del siglo XXI, los cambios se producen a un ritmo acelerado sin dar tregua a una supervivencia al estilo tradicional, donde se mantienen los procesos, usos y costumbres. Pero la pobreza y la enfermedad no son los únicos desafíos que amenazan a los habitantes de esta época en contínua transformación. El rápido deterioro del planeta, los continuos conflictos bélicos, las injusticias sociales y los desastres naturales, se extienden por doquier y nos sorprenden cíclicamente. En 2015, la UNESCO publica el documento Repensar la educación. ¿Hacia un bien común mundial? en él propone un cambio de rumbo en la mirada hacia una educación de calidad:
Ir más allá de la alfabetización y la adquisición de competencias aritméticas básicas y centrarse en los entornos de aprendizaje y en nuevos enfoques del aprendizaje que propicien una mayor justicia, la equidad social y la solidaridad mundial. La educación debe servir para aprender a vivir en un planeta bajo presión. Debe consistir en la adquisición de competencias básicas en materia de cultura, sobre la base del respeto y la igual dignidad, contribuyendo a forjar las dimensiones sociales, económicas y medioambientales del desarrollo sostenible. Se trata de una visión humanista de la educación como bien común esencial. (Irina Bokova Directora General de la UNESCO)
La educación debe servir para aprender a vivir en un planeta bajo presión
En el caso de William, la educación marcó una gran diferencia entre la hambruna y una vida próspera para toda la comunidad. Es un claro ejemplo como una visión humanista de la educación supone poner el foco en las personas para que todas puedan desarrollarse de forma integral y participar plenamente en la sociedad.
La educación de los ciudadanos es uno de los principales factores que determinan la prosperidad de una sociedad. Los datos muestran que las personas con bajo nivel de competencias tienen graves limitaciones para acceder a trabajos mejor pagados y más significativos. En su libro Primera Clase. Cómo construir una escuela de calidad para el siglo XXI, Andreas Schleicher (2018) dice que un modelo de crecimiento basado en el potencial humano puede generar una economía más dinámica y una sociedad más inclusiva, pues el talento se distribuye de un modo mucho más equitativo que las oportunidades y el capital económico. El objetivo debería ser, comenta, alcanzar niveles altos de rendimiento en todo el alumnado.
El objetivo debería ser, comenta, alcanzar niveles altos de rendimiento en todo el alumnado
Preparar a los estudiantes para dar respuesta a las necesidades presentes y futuras
Con la idea de aplicar el rigor de la investigación científica a la política educativa, a finales de los 90 la OCDE crea PISA (Programa de Evaluación Internacional de Alumnos). El objetivo principal era ayudar a centros educativos y responsables políticos a mejorar la calidad de la educación, para que preparen eficazmente a los estudiantes para el presente y el futuro. En diciembre de 2001 los primeros resultados rompen con todas las expectativas y crean un gran debate. Países que creían estar en la cumbre de la calidad educativa sacan resultados mediocres y países más discretos asombran por el nivel de sus estudiantes. Desde entonces las pruebas se han ido mejorando y ajustando a las necesidades creadas por un mundo en continuo cambio.
Según estudios de la propia OCDE y recomendaciones de diferentes organismos internacionales (Vogut i Roblin, 2012) sobre competencias clave para el siglo XXI, PISA ha ido incorporando nuevas competencias en los últimos años:
- Desde su inicio hasta 2012 se evaluaba únicamente el pensamiento crítico de los estudiantes en tres aspectos: lectura, matemáticas y ciencias, fomentando la capacidad para pensar por uno mismo de forma autónoma.
- En 2012 se incluye la competencia financiera, considerada importante para la educación de un ciudadano responsable y con sentido crítico en el acceso y consumo de información. Se sigue así la tendencia del momento en cuanto a reformas curriculares.
- A partir de 2015 se inicia la introducción sistemática de las llamadas competencias innovadoras con la finalidad de evaluar su situación e impulsar su desarrollo en los sistemas educativos. La primera competencia que se introduce es la resolución cooperativa de problemas, que incluye la capacidad para implicarse de forma eficaz en un proceso cooperativo para resolver un problema compartiendo conocimientos, comprensión, destrezas y el esfuerzo necesario para llegar a una solución compartida.
- En 2018 se introduce otra competencia nueva, la competencia global o capacidad de analizar asuntos globales e interculturales, valorar distintas perspectivas desde el respeto por los derechos humanos para interrelacionarse con personas de diferentes culturas, emprender acciones por el bien común y el desarrollo sostenible.
- Por último, este año, está previsto incorporar la competencia pensamiento creativo, entendida como la capacidad para generar, evaluar y mejorar las ideas que pueden llevar a soluciones efectivas y originales, avances en el conocimiento y expresiones impactantes de la imaginación (INEE, 2021). Con ello se pretende medir la capacidad del alumno para responder a las demandas en un mundo en constante cambio, donde la innovación y la creatividad son elementos clave para la adaptación. Se prevé que los resultados estimulen un debate social amplio sobre la importancia de apoyar esta competencia crucial a través de la educación.
La competencia de pensamiento creativo pretende medir la capacidad del alumno para responder a las demandas de un mundo cambiante, donde la innovación y la creatividad son elementos para la adaptación
El objetivo de esta evaluación es saber en qué nivel y calidad están integradas estas competencias en los sistemas educativos del mundo y hacer propuestas de mejora. Es especialmente importante la competencia global por su novedad y su impacto directo en el logro de los objetivos del ODS 4.
En su libro, Educación global para mejorar el mundo, Fernando Reimers (profesor de la Universidad de Harvard) hace una propuesta exhaustiva y completa sobre cómo integrar esta competencia en el currículum escolar para conseguir una educación global eficaz.
Hoy más que nunca, se puede decir que la educación es la clave que salvará al mundo. Una educación para la innovación, que promueva unos valores sostenibles y la contribución de todos a crear un mundo cada vez más humanizado. Según Andreas Schleicher (2021) la educación debe fortalecer la resiliencia a todos los niveles, el cognitivo, emocional y social para ayudar a persistir, proporcionando la flexibilidad, inteligencia y sensibilidad necesarias para prosperar ante el cambio económico y social.
Referencias
Moreno, Ana (2021). El pensamiento crítico y la creatividad. Dos aprendizajes clave para la Sociedad del conocimiento en la era de la innovación. Informe Delphi Pensamiento crítico y Creatividad. 2, p. 9-13. https://impulseducacio.org/2021/03/26/pensamiento-critico-clave-educacion-era-innovacion/?lang=es
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