La escuela es un espacio con potencial suficiente para ofrecer a los alumnos y alumnas un entorno seguro de aprendizaje donde se sientan valorados y necesarios, donde puedan hablar de sus preocupaciones, practicar habilidades sociales y emocionales.
La escuela es también, sin duda alguna, un lugar privilegiado para la detección del malestar emocional de la población infantil y juvenil. El hecho de que los protocolos de prevención, detección e intervención del suicidio y las autolesiones estén entrando en los centros educativos, nos confirma, una vez más, que el ámbito educativo es el lugar excelente para favorecer estilos de vida saludables y dinamizar programas de educación emocional, donde trabajar la autoestima y la empatía, la gestión de los pensamientos, las emociones y las relaciones sociales positivas, así como aprender estrategias de resiliencia que permitan superar situaciones adversas.
El ámbito educativo es el lugar excelente para favorecer estilos de vida saludables y dinamizar programas de educación emocional
En esta línea, y en el marco de una escuela inclusiva, nos consta que la ilusión y la energía de la mayoría de los docentes se centra en buscar una respuesta educativa integral para todo el alumnado, por lo tanto, la atención educativa no debe centrarse solamente en ámbitos curriculares, sino que debe basarse en otros aspectos fundamentales de la persona vinculados al ámbito social y emocional, que tienen que ver más con la forma de ser y de actuar. Es decir, en la relación e interacción con los demás.
La ilusión y la energía de la mayoría de los docentes se centra en buscar una respuesta educativa integral para todo el alumnado
Teniendo en cuenta que las competencias socioemocionales y las habilidades de vida o soft skills no siempre se adquieren con la enseñanza ocasional producida como consecuencia de un incidente o un conflicto que aparece sobre la marcha, es necesario intervenir desde programas intencionales y planificados que permitan lograr un sentimiento de conexión y una regulación emocional sana.
Fruto de esta constatación y de las recientes investigaciones de la neurociencia, en muchos centros educativos ya se dispone de un material sistémico y sistemático que impulse una escuela donde toda la comunidad educativa se sienta acogida, protegida y reconocida mediante programas que atienden y ayudan a todo el alumnado a fomentar relaciones y conductas sanas, la conciencia emocional y social, creando espacios seguros donde aprender a identificar, a expresar sus emociones y a gestionarlas de forma positiva.
La educación emocional nos permite tanto a educadores como a toda la población infantil y juvenil estar “Siempre Atentos” para identificar, reconocer y regular las propias emociones y las de los demás, superando las adversidades, afrontando el presente y el futuro en las mejores condiciones posibles, “Siempre Atentos” para generar relaciones de equidad que protejan ante cualquier situación de violencia (género, raza, etc.), mejorar la convivencia, la inclusión y construir una cultura de paz, para cuidar de sí mismo y de los demás.
Si queremos crear una sociedad sostenible, más justa y más sana, los docentes debemos asumir que somos una pieza clave en la educación emocional, enseñamos por lo que somos y la manera más natural de conseguir la regulación emocional del alumno es a través de nuestra propia regulación. Es imposible acompañar las emociones de nadie sin mantener una relación sana con nosotros mismos y con los demás, por esto es tan importante el autoconocimiento que nos llevará a mantener una actitud de calma, aceptación, empatía y presencia necesaria para promover conductas saludables y para originar aulas cálidas que empoderen a los niños y niñas para asumir responsabilidades, para participar y sentirse escuchados y queridos.
Si queremos crear una sociedad sostenible, más justa y más sana, los docentes debemos asumir que somos una pieza clave en la educación emocional
Parar y reflexionar si estamos siguiendo nuestro propio camino o si, por el contrario, estamos anclados en una educación convencional centrada en el desarrollo cognitivo y en la enseñanza de habilidades académicas que fomentan competitividad, nos permite reinventarnos, tomar conciencia y decidir si queremos ser parte del cambio. La sociedad actual necesita que nos enfoquemos en el bienestar emocional de las personas que ahora mismo están sentadas en nuestras aulas para potenciar futuros ciudadanos capaces de crear, de trabajar en equipo, de resolver conflictos de forma creativa, de adaptarse al mundo, de comunicarse y de creer en ellas mismas.
Hacer esto es posible, básicamente solo depende de una decisión, depende de ti y del valor de arriesgarte a reinventarte, con pasión, determinación y consistencia. Utilizar herramientas de educación emocional en el presente prepara a los alumnos y alumnas para el futuro y les empodera para cambiar el mundo, para tomar las riendas de su vida.
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