El éxito de los aprendizajes depende en parte del feedback que se proporciona al alumno

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7 October 2020

“Evaluar y aprender: un único proceso” de Neus Sanmartí Puig

Neus Sanmartí es doctora en ciencias químicas y profesora emérita de Didáctica de las Ciencias en la Universitat Autònoma de Barcelona. Su trayectoria la ha llevado a ser experta en currículum y evaluación, entre otros. Ha ejercido la docencia tanto en Primaria como Secundaria y ha trabajado especialmente en investigación sobre la evaluación formativa, el lenguaje con relación al aprendizaje científico y la educación ambiental, así como en la formación permanente del profesorado de ciencias. Ha colaborado en obras colectivas, ha dirigido varias tesis doctorales sobre la enseñanza de las ciencias y ha publicado artículos en las revistas Tiza, Escuela Catalana, Cuadernos de Pedagogía y Perspectiva Escolar. Premio de Pedagogía Rosa Sensat (2002) y Creu de San Jordi de la Generalitat de Cataluña (2009). Es autora de unos veinte libros.

Por Jordi Viladrosa i Clua

No conozco a ningún profesional de la educación que no se haya planteado alguna vez si está evaluando bien a sus alumnos. Qué, cuándo, cómo y quién tiene que evaluar son preguntas que quienes impartimos docencia tenemos que saber responder. En esta obra, tenemos la oportunidad de encontrar la respuesta y de descubrir herramientas para una evaluación formativa y formadora que quiere ir más allá de la simple calificación para que los alumnos sean los protagonistas de su aprendizaje. Como declara la misma autora en el prólogo del libro, nadie que haya trabajado en un marco de evaluación formativa vuelve atrás, y todo el mundo señala que a medio plazo es muy gratificante, a pesar de que no es fácil de promoverla (p.12). Toda una declaración de intenciones que invita a adentrarse en la lectura de este ensayo.

La obra se estructura en seis capítulos. En el primero se apuesta por cambiar el modelo de evaluación más extendido entre los docentes y transformarlo en un modelo basado en la concepción de evaluar para aprender. El proceso se cerrará con una evaluación certificadora al final, pero el hecho de poner notas ya no será lo más importante, sino que lo será la vinculación del mencionado proceso evaluador con el aprendizaje, que supone reconocer las dificultades y encontrar caminos para superarlas. (p.14)

En el segundo capítulo se explica por qué son básicos los conceptos de autoevaluación, autocontrol y autorregulación cognitiva en el marco de una evaluación formadora. Este hecho supone, por un lado, preguntarnos ¿hacia dónde orientamos el aprendizaje?; es decir, ¿cuál es su finalidad? (los objetivos), y ¿qué tenemos que hacer? (la planificación). Y por otro lado, ¿cómo lo llevamos a cabo?; o sea, ¿cómo sabemos si lo hacemos bien? (los criterios de evaluación).

En el tercer capítulo se revisa todo el proceso de recogida de datos, qué condiciones tiene que tener este proceso, quién tienen que ser los protagonistas, y con qué instrumentos podemos contar. La novedad del cuarto capítulo es que aporta la reflexión siguiente: el análisis de los datos se centra en identificar qué está muy bien hecho y qué no lo está tanto, pero muy poco a reconocer las razones que lo explican. (p.82) En esto radica la importancia de la definición de los criterios de evaluación y de la concreción de los instrumentos que los tendrán que hacer explícitos. Destacan los contratos de evaluación y las rúbricas.

 Herramientas para una evaluación formativa en la que los alumnos sean los protagonistas de su aprendizaje

La aportación principal del quinto capítulo es que el éxito de los aprendizajes depende en buena parte del feedback que se proporciona al alumnado. Es por eso que nos proporciona algunas ideas para hacer bien este retorno, defiende que el feedback entre iguales es posible y que la carpeta de aprendizaje (o portafolios) es el instrumento idóneo para explicitar la toma de decisiones a partir de la reflexión metacognitiva. (p. 129)

El último capítulo propone una manera de compartir la evaluación con las familias que vaya más allá de la información de las calificaciones obtenidas para que se relacione mucho más con el aprendizaje. Para cada trimestre nos ofrece una propuesta concreta.

Se trata de una publicación que nos aporta un conocimiento actualizado sobre evaluación educativa con la peculiaridad de promover que los alumnos tengan más interés por aprender que no a estar pendientes de las notas. Esto comporta admitir el error como fuente de aprendizaje y no como fracaso. El libro tiene una segunda virtud que encuentro muy interesante: está escrito con un lenguaje divulgativo sin que le falte el rigor que requiere un ámbito como el de la evaluación que podría ser demasiado teórico. Y cuenta con múltiples ejemplos que no provienen del ensayo pedagógico sino de la reflexión sobre la práctica real. Hay un reto que no resuelve la obra: no puede llevarlo a la práctica un profesor de manera aislada; el planteamiento que hace la autora solo puede tener éxito si es todo el equipo docente quién lo adopta, lo interioriza y lo hace crecer.

El éxito de los aprendizajes depende en buena parte del feedback que se proporciona al alumno

La toma de decisiones: un punto clave en todo proceso evaluador

Me detengo en el capítulo tres del libro que hemos reseñado porque como afirma la misma autora en la evaluación, la parte esencial es la de la toma de decisiones. (p. 109) El profesorado puede acabar como obsesionado en acumular calificaciones que, en la mayor parte de las ocasiones, se simplificarán en un número entero que será el que alumnos y familias recibirán como feedback “útil” de todo el proceso de evaluación de los aprendizajes que se supone que se han asimilado. ¿Qué significado tiene haber obtenido un 7 o un 4 o un 10? ¿Comparado con qué? ¿Qué ha llevado a un docente a traducir un mes y medio de clases en un número entero? ¿Qué lo ha conducido a tomar esta decisión y qué valor tiene? Hay que reflexionar y hay que hacerlo antes de empezar todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Esta es la primera decisión. El cambio, la innovación, se abre camino cuando la pedagogía, la didáctica y la evaluación se interrelacionan de manera coordinada para que sirvan de ayuda, reflexión y regulación de la práctica educativa.

Me gusta especialmente la idea aportada en el libro que el alumno tiene que percibir que no se le está valorando a él, sino el trabajo que se está analizando. (p. 112) Llevado a la práctica, esto supone facilitar que el alumno sea autónomo mientras toma decisiones para avanzar (p. 113); lo cual conlleva practicar una autoevaluación (coevaluación o heteroevaluación) positiva, donde lo más importante no es compararse con los otros, sino cooperar con ellos sin competir. Esto tiene que ver también con la pérdida de tiempo que supone la práctica de las llamadas recuperaciones, que no dejan de ser muchas veces una segunda oportunidad en forma de examen.

A pesar de su dificultad, entrenar a los alumnos para que se ofrezcan entre ellos un feedback de calidad entre iguales es una buena práctica que resulta más gratificante cuando están acostumbrados a trabajar de manera cooperativa habitualmente. Un reto notable, en especial cuando no se sabe por qué tenemos tanta prisa y no nos damos cuenta de que la educación se tiene que cocer a fuego lento. La presión sobre los contenidos que trabajar (el famoso “temario”) nos hace caer en esta trampa demasiadas veces. Sin que consigamos superar esta fase, desarrollar competencias puede ser una quimera.

Naturalmente, tarde o temprano, el proceso de aprendizaje habrá que acabarlo (proyecto, reto, unidad didáctica, etcétera) y será totalmente pertinente certificar si se han logrado y hasta qué punto los objetivos previstos: es la toma de decisiones para calificar; es el momento de la evaluación sumativa. Insisto que lo más importante no es este momento sino todas las fases anteriores; es decir, cualquier instrumento de evaluación que se haya utilizado -también los exámenes tradicionales- pueden y deben ser utilizados de manera formadora (alumnado) y formativa (profesorado) tomando como referencia los objetivos de aprendizaje que se habrán definido oportunamente.

El cambio, la innovación, se abre camino cuando la pedagogía, la didáctica y la evaluación se interrelacionan de manera coordinada 

Ideas clave

  • Hace falta que planteemos la evaluación como un aprendizaje
  • La evaluación entendida como aprendizaje tiene que ser gratificante
  • El protagonista de la evaluación es el propio alumno
  • Planificar un proceso de evaluación supone concretar:

 

La finalidad
Saber qué se evalúa
Los criterios de evaluación
Quién evalúa
Cuándo se evalúa
Qué instrumentos y estrategias se utilizarán
Cómo se comunicará todo ello a los diferentes actores

  • La evaluación más productiva es la formadora y la formativa
  • La autoevaluación comporta un sistema efectivo de autorregulación por parte de los alumnos
  • Los datos que se recogen tienen que estar relacionadas con los objetivos de aprendizaje.
  • Cada instrumento de evaluación tiene una utilidad
  • Definir bien los criterios de evaluación es lo que hace posible un aprendizaje significativo
  • Los contratos de evaluación y las rúbricas son unas herramientas útiles para el análisis de datos
  • Cuando se realiza el feedback, hay que centrar los comentarios en la tarea y no en los alumnos
  • El error forma parte del aprendizaje
  • Hay que revisar con qué tipo de informes damos cuenta de cómo está yendo el proceso de aprendizaje

Referencias

Sanmartí, N. (2010). Avaluar per aprendre: l’avaluació per millorar els aprenentatges de l’alumnat en el marc del currículum per competències. Barcelona: Generalitat de Catalunya. Departament d’Ensenyament.

Sanmartí, N.; Mas, M. (2016). Les rúbriques per a una avaluació plantejada com a aprenentatge, Perspectiva Escolar, 390: 26-31.

Xarxa Competències Bàsiques XCB. (octubre 2019). Avaluar per aprendre: dues cares de la mateixa moneda? [Fitxer de vídeo]. Recuperat de https://youtu.be/_68FYmUUu5M

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2023-03-02T10:27:19+00:00October 7th, 2020|Tags: , |

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