Afirma Herbert Spencer que “la educación tiene por objeto la formación del carácter” en el sentido de educación moral, porque el “êthos”, el carácter, es un rasgo o un conjunto de rasgos dominantes en la fisonomía moral de una persona. Singapur fue uno de los primeros países en situar los valores en el centro del currículum de manera explícita. Enfatiza al respecto, la responsabilidad, la resiliencia, la integridad, la cura o la harmonía en los centros educativos. Este marco las refiere como “valores en acción”. El reto es cultivas personas seguras, autónomas, ciudadanos comprometidos y contribuyentes activos. Las escuelas diseñan los programas curriculares para el desarrollo de competencias a partir de esta visión del desarrollo humano. (Schleicher, 2018)
Esta inquietud está también tomando fuerza en Estados Unidos, Reino Unido, Indonesia o Corea del Sur, pero no tanto en nuestro país. Andreas Schleicher, en una entrevista para Impuls Educació, justificaba precisamente este aspecto y afirmaba que, en la era de la Inteligencia Artificial, los valores son un elemento crítico para el sistema educativo y que se deben poner “en el centro de lo que enseñamos y pensar después en el conocimiento y las habilidades como posibles formas de ilustrar estos valores”.
La pedagogía, la psicología o la filosofía estudian el carácter de forma transversal y, sin embargo, un recorrido histórico por las leyes orgánicas en materia de educación promulgadas en el Estado español la obvian o, como hace la LOMLOE (2020) cambia el punto de mira y pone el foco en los valores cívicos y éticos.
Educar y no solo instruir siempre ha sido un objetivo primordial de la escuela, que sabe que no tiene la competencia exclusiva sobre ello porque también tienen mucho que decir la familia, las amistades u otras instituciones. José A. Marina lo resume de manera muy sintética cuando afirma que “educación = instrucción + educación del carácter”. Un posible punto de encuentro es la opción por un modelo de educación del carácter que incluya varios enfoques educativos, como la educación completa del niño -podríamos llamarlo educación integral-, el aprendizaje a través del servicio, el aprendizaje socioemocional y la educación cívica.
La educación del carácter debe incluir varios enfoques educativos como la educación integral o el aprendizaje-servicio
Así pues, existe consenso a la hora de entender que la educación obligatoria no debe transmitir solo conocimientos, sino que procura forjar actitudes sirviéndose de temas transversales, o con una mirada globalizadora. Años atrás el currículo preveía hacerlo a través de la asignatura “Educación para la Ciudadanía” y la ley vigente lo plantea con el área de “Educación en Valores Cívicos y Éticos”. Cuando partimos del concepto de valores apelamos a la formación integral de las personas; o sea, nos estamos refiriendo a la personalidad. En este sentido, cuando nos referimos a la transmisión de valores, la escuela se ha encontrado con la necesidad de hacerlos explícitos para no caer en lo que tradicionalmente hemos conocido como currículo oculto.
Cuando partimos del concepto de valores apelamos a la formación integral de las personas, es decir, la personalidad
Virtudes, habilidades blandas y fortalezas del carácter
Otra definición de carácter es la que le entiende como un conjunto de hábitos operativos buenos (nos referimos a las virtudes) o malos (los vicios) que configuran una personalidad. El filósofo y escritor Carlos Goñi (2022) nos aporta un matiz interesante:
Muchos pensadores, desde los albores de la humanidad, han considerado que la clave de la vida moral reside en la práctica de la virtud. En la actualidad, nos hemos olvidado de esta tendencia e incluso parece que nos da vergüenza pronunciar la palabra virtud, como si virtuoso fuera sinónimo de mojigato, sumiso, pusilánime, santón o timorato. Sin embargo, es justamente lo contrario: la persona virtuosa afronta la vida con grandeza porque transforma hábitos y prácticas cotidianas en virtudes que la curten, la fortalecen, la hacen grande.
Por su parte, el mundo empresarial valora mucho las llamadas “soft skills” a la hora de realizar una selección de personas para ocupar un puesto de trabajo. Cada vez hay más empresas que se centran en aspectos éticos, además de los técnicos o los estrictamente profesionales. Ésta es una manera indirecta de pedir a los centros educativos y a las universidades que las ocupaciones actuales y futuras deben ser cubiertas con personas íntegras y con una buena formación moral sin ningún adoctrinamiento. La explicación nos la da José M. Torralba: “La moralidad de una persona se encuentra en su carácter. No consiste solo en la capacidad de distinguir el bien del mal (hacer juicios éticos), sino también en elegir acertadamente y actuar en consecuencia; para ello son imprescindibles los correspondientes hábitos del carácter”.
Bien mirado, algunas de las habilidades blandas también son virtudes: respeto, tolerancia, orden, confianza, discreción, responsabilidad…, pero es necesario que se conviertan en acciones repetidas para que acaben siendo hábitos virtuosos que, de acuerdo con James Arthur “favorecen la excelencia porque están encaminados a los ideales del bien, la verdad, la justicia y la belleza”. No se trata solo de pensar en clave individual, sino de procurar velar por el bien común; a lo que hay que añadir que sin practicarlos, sin modelos de referencia, tenemos el peligro de convertirlos en un temario teórico de una asignatura más.
Algunas de las habilidades blandas también son virtudes, pero tienen que ser acciones repetidas para que se conviertan en hábitos virtuosos
Quizás no podemos exigir que los profesores sean un modelo de virtud a imitar, pero sí podemos esperar de ellos que transmitan unos determinados valores cuando ejercen la docencia: tener actualizados los conocimientos y contenidos de sus materias, ser honestos, trabajar bien, tener una mentalidad de crecimiento, procurar que los alumnos se hagan buenas preguntas, etc. Estas actitudes facilitan una relación personal idónea alumno-profesor para compartir espacios facilitadores de la práctica de las virtudes de forma transversal y contextualizada. Nos encontramos, pues, ante la oportunidad que ofrecen las instituciones educativas de convertir las múltiples conversaciones de crecimiento que tienen lugar con ocasión de mejora personal para la transformación de la sociedad formando parte activa.
Las instituciones educativas ofrecen la oportunidad de convertir las múltiples conversaciones de crecimiento para la transformación de la sociedad
Como descubrimos en el proyecto Aude25, cada persona es única y debe aprender a ser feliz, lo que significa que podemos hablar de liderazgo ético, la capacidad de la persona para dirigir su propia vida según unos principios éticos y, como consecuencia, ser agente de cambio en su entorno, que le ayudará a descubrir sus talentos y el sentido de su vida. En este proyecto no se habla de virtudes sino de seis fortalezas internas del carácter, un modelo llamado AIRIS (autonomía, identidad, resiliencia, integridad, sociabilidad, sabiduría), que combina con las cinco dimensiones de la persona (física, emocional, social, racional y trascendente). De la combinación de ambas resultan treinta fortalezas, cualidades y virtudes humanas para el crecimiento humano.
James Arthur y la educación del carácter
James Arthur es el fundador y director del “Jubilee Centre for Character and Virtues” en la Universidad de Birmingham, una institución líder y única en el mundo dedicada al estudio ya la investigación de cómo el carácter y las virtudes impactan en los individuos y la sociedad. En una entrevista que le hizo Impuls Educació, afirmaba que a veces sí tenía la sensación de ir a contracorriente por el hecho de animar a incorporar las virtudes en centros educativos, universidades, revistas y libros sobre educación. Según este autor, las escuelas se centran mucho más en el aprendizaje de las competencias, habilidades y formas de conocimiento que se consideran necesarias para incrementar nuestra capacidad para tener éxito. Se trata de un enfoque muy pragmático de tipo tecnológico o material.
Arthur prefiere el término virtud en vez del de valores porque “es menos relativo, es más sólido y cuenta con una mejor cimentación”. Añade que si el “principal objetivo de la educación es ayudar a los seres humanos a ser más plenamente humanos, los profesores deben preguntarse a sí mismos qué tipo de personas quieren promover porque no es sensato tener un objetivo educativo sin considerar qué realizaciones concretas implica”.
Ante el peso que tiene la sociedad, afirma que “el carácter es la base para el desarrollo humano y social, que requiere acceso a cosas materiales como la salud, el bienestar, la educación, pero también las virtudes morales, intelectuales y cívicas”. Y continúa “la mejora personal en las virtudes del carácter se nutre de la comunidad porque, como virtud, la justicia social implica nuestra voluntad de promover el bien común de las comunidades a las que pertenecemos”.
A la hora de encontrar concreciones para llevar a la práctica la educación del carácter y de las virtudes, James Arthur comenta que no existe un modelo único porque siempre es necesario contextualizarlo y poner a los alumnos ejemplos de la vida real. Afirma que es necesario fomentar el deseo de los alumnos de ser buenas personas haciendo el bien y que las escuelas deben dar oportunidades de practicar las virtudes para que no queden en simples planteamientos teóricos.
Como conclusión, creo que podemos estar mínimamente satisfechos de ver cómo hay países que contemplan superar una visión instructivista de la educación para que incorpore el ámbito moral y vaya más allá de una óptica sociológica o de una ciudadanía activa. Se trata de plantear una educación del carácter que incluya lo político, lo social, lo individual y lo ético. Los textos legales se hacen eco de ello, tenemos cambios legislativos en materia educativa a menudo y todos sabemos que las leyes, por el hecho en sí de ser promulgadas, no provocan los cambios. En cambio, las personas que se lo proponen, sí.
Referencias
Fuentes, JL (2018). “La educación del carácter en España: una tarea pendiente. Aula Magna 2.0“. [Blog]. [consulta: 28 de marzo de 2022]. Disponible en: http://cuedespyd.hypotheses.org/4827
Goñi, C. (2022). “Virtudes mínimas para alcanzar la felicidad“. Barcelona: Arpa Editores.
Impulso Educación (2021). Entrevista a James Arthur sobre cómo introducir la educación del carácter en las escuelas. [consulta: 27 de marzo de 2022] Disponible en: https://youtu.be/b_8dsCnsI9c