por Javier Badia
En el mundo acelerado de hoy, la tecnología avanza a pasos de gigante, y la educación no es una excepción. La incorporación de la Inteligencia Artificial (IA) en el sector educativo ha abierto un nuevo campo de posibilidades y desafíos. Tal como en el juego de ajedrez, donde cada pieza tiene su papel y estrategia, la IA en la educación promete una personalización y eficiencia que podrían revolucionar la forma en la que aprendemos. Tanto es así que desde hace meses se ha incrementado la oferta de formaciones en IA en el ámbito educativo. En mi caso concreto, desde junio de 2023, prácticamente no ha pasado un mes sin que haya realizado alguna formación, charla o taller en este ámbito.
Uno de los mayores avances que la IA aporta a la educación es la personalización del aprendizaje. Imagina un mundo donde cada estudiante recibe un plan de estudio adaptado a sus habilidades, estilos de aprendizaje e intereses. La IA puede analizar las respuestas y el comportamiento del alumnado para identificar sus puntos fuertes y áreas de mejora, ofreciendo así un recorrido educativo a medida.
La IA puede analizar respuestas y comportamiento del alumnado para identificar puntos fuertes y áreas de mejora
De esta forma, podemos convertir ChatGPT, por poner un ejemplo, en un experto en educación personalizada. Escribimos un simple “prompt”, como, por ejemplo:
- Rol: Docente experto en educación personalizada.
- Objetivo: Diseñar una actividad personalizada según los intereses de tu alumnado.
- Contexto: Estás impartiendo la materia de Informática en 4º de la ESO y estás preparando material para la unidad de hojas de cálculo. Quieres adaptar los datos de una actividad para que respondan a los intereses de tu alumnado. Por este motivo, has recogido los temas de interés y los resultados han sido los siguientes: moda, fútbol, empresas tecnológicas, MotoGP, adicciones, “influencers” y obras literarias del siglo XX. Crea al menos 8 columnas para cada tabla con datos coherentes al tema en cuestión.
- Formato: Una actividad bien descrita y detallada que incorpore una tabla diferente basada en cada uno de los temas de interés.
Una vez pulsamos la tecla “enter”, disfrutaremos viendo cómo ChatGPT genera una actividad diferente para cada uno de los temas elegidos. Pero la tarea no termina aquí, ya que llega el momento en el que comienzan las iteraciones, es decir, las preguntas, aclaraciones, concreciones y un largo etcétera de instrucciones que harán que el resultado inicial mejore de forma significativa.
Además de personalizar el aprendizaje, la IA también puede actuar como herramienta de evaluación continua. Puede corregir trabajos y exámenes, proporcionando retroalimentación instantánea y detallada, una tarea casi imposible para un docente con decenas de estudiantes.
La IA puede corregir trabajos y exámenes, proporcionando retroalimentación instantánea y detallada
Asimismo, puede identificar patrones en los errores del alumnado, ayudando a detectar problemas de comprensión antes de que se conviertan en mayores obstáculos. Una de las funcionalidades que muestro en mis formaciones es cómo ChatGPT puede generar “feedback” personalizado, tanto de actividades, como de exámenes e, incluso, de proyectos y trabajos con decenas de páginas. Sobre este último caso, podemos utilizar la técnica “what went well and even better if”, adjuntando el documento que queremos evaluar. En pocos segundos aparecerá por pantalla una retroalimentación coherente, precisa y totalmente contextualizada del trabajo del alumnado.
De todas formas, aunque la respuesta generada es bastante fiable, lógicamente debe pasar por el filtro del docente, que es quien debe realizar las modificaciones pertinentes para adaptarla totalmente a su alumnado. Debemos recordar que la IA no “nos hace el trabajo”, sino que aporta ayuda y eficiencia.
Pero, como en toda innovación, la integración de la IA en la educación presenta desafíos. Uno de ellos es la ética en el uso de datos personales. ¿Cómo protegemos la privacidad de los estudiantes en un mundo en el que cada clic es un dato? Además, existe el reto del acceso igualitario. ¿Cómo garantizamos que esta tecnología no aumenta la brecha digital y social, sino que sirve como herramienta de igualdad de oportunidades?
La respuesta parece sencilla. Por lo que respecta a los datos, podemos codificar los nombres de nuestro alumnado. En cuanto a la brecha social, siempre hago la siguiente reflexión: con un cierto conocimiento de ingeniería de “prompts”, podemos programar en ChatGPT para convertirlo en un docente que guiará el estudio de nuestro alumnado, tarea que hasta el momento hacían profesionales externos, academias o familias. ¿Dónde encontramos más brecha, en la utilización de una tecnología que podemos encontrar de forma gratuita o en un acompañamiento que depende del nivel social, cultural y económico de las familias?
Por último, debemos entender que la IA no sustituye al profesorado, sino que lo complementa. Como dijo Albert Einstein, “es el supremo arte del profesorado, despertar el gozo en la expresión creativa y el conocimiento”. La IA puede encargarse de tareas repetitivas y análisis de datos, dejando al profesorado más tiempo para inspirar, motivar y guiar al alumnado en su recorrido educativo.
Debemos entender que la inteligencia artificial no sustituye al profesorado, sino que lo complementa
Un concepto que siempre destaco en las sesiones es el de las tareas que “aportan valor”. Cualquier actividad, tanto personal como profesional, está compuesta por tareas de las que solo algunas aportan un valor real a clientes y consumidores. En cuanto a la tarea docente, si conseguimos que la IA haga más eficiente aquellas tareas más repetitivas, mecanizables y burocráticas, podemos centrarnos en aquellas que realmente aportan valor a nuestro alumnado, como el acompañamiento o seguimiento emocional, entre muchos otros.
En conclusión, la integración de la IA en la educación es una oportunidad emocionante y desafiante. Puede transformar radicalmente el proceso de aprendizaje, haciéndolo más personalizado, eficiente y accesible. Sin embargo, este camino hacia el futuro requiere una formación y reflexión profundas sobre los valores éticos, el acceso igualitario y el papel del educador. En este equilibrio está la clave para desbloquear el verdadero potencial de la IA en la educación.
Javier Badia es profesor de ESO y Bachillerato en el Instituto Torre Vicens de Lleida de las materias de Tecnología, Informática y Programación. También es profesor asociado en la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Lleida, donde imparte la materia de Organización de la Producción. Actualmente, lo compagina con formaciones digitales en entornos educativos, donde se está especializando en cómo la Inteligencia Artificial puede ayudar a docentes, alumnado y familias.