Pensamiento crítico y creativo
En la escuela del siglo XXI el pensamiento debería ser una herramienta pedagógica básica
Pensar es una cualidad propia del ser humano. Gracias al pensamiento una persona puede ser consciente de su propia vida y elegir cómo vivirla. Pensar ayuda a decidir qué hacer y qué creer por uno mismo independientemente de lo que hagan o piensen los otros. La capacidad de pensar es garantía de libertad y realización personal, y por eso, cimiento de dignidad humana.
Aunque todos pensamos, no todos lo hacemos con la misma eficacia. Según Robert Swartz, uno de los grandes expertos del pensamiento, la mente humana tiende a pensar de manera apresurada, perezosa, corta de miras o desordenada, y por eso, mejorar los procesos de pensamiento de las personas contribuye a mejorar su calidad de vida. Richard Paul, filósofo y creador del Centro para el Pensamiento Crítico, coincide con Swartz en la importancia de mejorar nuestra actividad cognitiva y propone el pensamiento crítico como manera de analizar y evaluar el pensamiento y así poder mejorarlo. Para Paul “En la era de la información y la tecnología, la vida de cualquier persona puede mejorar mucho si cultiva sistemáticamente su pensamiento. Y esto solo se puede conseguir a partir de “sociedades críticas” en las cuales el hecho de pensar críticamente sea visto como esencial para vivir con dignidad y solidaridad, y el pensamiento se promueva y se enseñe de manera ordinaria.”
Aunque todos pensamos, no todos lo hacemos con la misma eficacia
Ya a principios del siglo XX William Graham comenta “En una sociedad donde el pensamiento crítico impregna todas las costumbres, este hábito se convierte en la manera de enfrentarse a los problemas de la vida y las personas no son manipuladas fácilmente. (…) Educar en el pensamiento crítico es la única educación de la cual se puede decir que crea buenos ciudadanos”. En un mundo VUCA como lo del siglo XXI, en el cual la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad impregnan los entornos de los nuevos problemas, para encontrar soluciones, son necesarias competencias y actitudes basadas en destrezas de pensamiento crítico y creativo. Ya no es necesario solo saber tomar decisiones o resolver problemas sino que hay que hacerlo sin contar con toda la información, en contextos altamente interconectados e interdependientes, o teniendo que aportar un valor diferente. En este momento ser capaz de pensar desde “fuera de la caja” o lo que es lo mismo, de manera creativa es cada vez más importante.
El pensamiento creativo o lateral es complementario al crítico y necesario para que haya progreso. La creatividad, si bien sigue procesos de pensamiento diferentes al crítico y lógico, no está exenta de su evaluación. Tal como afirma De Bono, para que una idea sea realmente creativa tiene que aportar un valor, en caso contrario es una idea diferente pero no necesariamente creativa. Para detectar el valor de una idea, no basta con ser crítico, según De Bono, además se necesita sensibilidad para detectar este valor, y eso tiene que educarse también.
Hubo un tiempo en que se pensaba que cada persona nacía con un cierto nivel de inteligencia o talento para pensar bien o para ser creativo. Hoy la psicología y la neuroeducación cuentan con datos suficientes para afirmar que la inteligencia es diversa y, gracias a la plasticidad del cerebro, se puede desarrollar durante toda la vida. Así, igual que se puede entrenar y mejorar en cualquier deporte, también se puede entrenar la capacidad para pensar muy crítica y creativamente, superando todas las expectativas. Cómo dice David Perkins, “hay muchas maneras de ser inteligente y todas se tienen que cultivar educativamente”.
El pensamiento crítico y creativo es una competencia clave para una economía y sociedad compleja, globalizada y cada día más digitalizada
Hay muchas maneras de ser inteligente y todas se deben cultivar educativamente
Un buen pensador es una persona con gran habilidad en la aplicación de destrezas de pensamiento. Las investigaciones sobre calidad de pensamiento y conductas inteligentes llevadas a cabo a finales del siglo XX por expertos en pensamiento como Feuerstein, Glatthorn y Baron, Sternberg, Perkins, Goleman y Ennis, permitieron identificar además, una serie de características comunes en los pensadores eficaces. Según Arthur Costa, un pensador experto y eficaz es quien ha adquirido una serie de hábitos mentales o “patrones de conducta intelectual” que le dan una gran habilidad para resolver problemas, tomar decisiones o generar ideas creativas. Al practicarlos, estos hábitos llegan a formar parte de la naturaleza de la persona y le permiten resolver situaciones para las cuales no tenía una solución previa. Costa propone 16 hábitos o disposiciones intelectuales que habría que desarrollar en las escuelas intencionalmente. Algunos de ellos son: persistencia, control de la impulsividad, cuestionamiento y planteamiento de problemas, empatía, flexibilidad, metacognición o reflexión sobre el propio pensamiento, creación, innovación e imaginación, aceptación de riesgos responsables y curiosidad.
Para cultivar el pensamiento se necesita “sociedades críticas” en las que el pensamiento se valore, se promueva y se enseñe día a día
Para Ron Ritchhart, investigador del proyecto Z de Harvard, en las escuelas se vive diariamente una cultura que explica al alumno cómo se aprende y qué cosas son importantes. Según Ritchhart, esta cultura es realmente educativa, si se controla intencionalmente las fuerzas culturales que la promueven y le dan vida. La escuela del siglo XXI tendría que promover culturas de pensamiento a sus aulas, familias, y comunidades de forma que el pensamiento fuera una herramienta educativa básica y permitiera a los niños y niñas crecer conscientes de sus vidas y sean capaces de darles un sentido pleno.