El oficio de maestro

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22 April 2024

Una tarea poliédrica en constante evolución

por Jordi Viladrosa i Clua

¿De qué hablamos cuando hablamos de educación? De la que prioriza las competencias necesarias para el mercado laboral, de la que mira de custodiar el legado del patrimonio cultural de cada país, ¿o de la que procura la autorrealización individual de cada alumno? Todo a la vez genera necesariamente un conflicto de intereses entre los diversos grupos en juego y la libertad de cátedra de cada profesor. La terminología cambiante llena el discurso y no queda espacio para la deliberación de las finalidades de la educación y la autonomía pedagógica de cada centro y de cada uno de sus profesionales.

En un sistema educativo intervienen varios elementos e instituciones en constante interacción. Pero hay uno que es la piedra angular: el profesorado, del que se espera que esté altamente cualificado y que tenga prestigio social. Esto se manifiesta, especialmente, a través de la función docente: la pericia, la profesionalidad, la calidad educativa… que se adquiere con una formación inicial y continua exigente y sólida, y de una experiencia que haga profesionales competentes y autónomos, y no solo técnicos ejecutores de la última ley promulgada o del último relato educativo.

La función docente en un mundo incierto

El profesorado es la pieza clave para facilitar el aprendizaje de sus alumnos y es quien acredita la formación lograda por los estudiantes traducida en unas calificaciones académicas. Priorizar su formación en didácticas específicas (de las ciencias sociales, de las matemáticas, de las lenguas, de la música…) es útil porque permite actualizar contenidos (saberes, en terminología Lomloe), encontrar la mejor manera de enseñarlos y contextualizarlos teniendo el referente epistemológico como marco conceptual de la finalidad de la educación.

Trabajar siendo maestro o profesor es una tarea compleja y, a veces, complicada. Tiene que ser un intérprete de los cambios sociales, de las variadas estructuras familiares y de toda clase de diversidades que coinciden en una misma aula. Su profesionalidad está cuestionada muchas veces por la administración, que no cuenta con ellos como debería, y por otros muchos factores. La evaluación de la función docente y la formación vinculada a la práctica reflexiva puede ser un buen camino hacia un proceso de mejora continua que hay que hacer necesariamente en equipo.

La evaluación de la docencia y la formación vinculada a la práctica reflexiva es una vía hacia un proceso de mejora continua

Para ejercer la función docente con competencia profesional hacen falta recursos. Es por esto que hay que ser exigentes y conseguir que cada innovación, práctica o idea se implemente acompañada de los profesionales necesarios, de metodologías eficaces y de las herramientas tecnológicas y pedagógicas que haga falta, sin perder de vista la necesaria eficiencia a pie de aula.

La gestión del aula: una asignatura pendiente

Hay bastante bibliografía y evidencias para afirmar que la gestión del aula es importante para el aprendizaje, un ámbito del que se ocupa la didáctica. También es una parte fundamental el clima convivencial que se vive en ella. Actualmente, preocupa el aumento de los problemas de conducta, la falta de respeto hacia el profesorado, las faltas de educación en general, la dispersión de la atención… Este clima depende de los docentes, influenciado por su formación y su experiencia y tiene que ver con el rol que la sociedad, la administración y las direcciones confieren a estos profesionales. Sin un clima de aula adecuado, se hace difícil impartir clases de manera efectiva y el aprendizaje esperado acaba no siendo el esperado. La cohesión social y el civismo se tienen que lograr a través de unos ciudadanos muy formados.

La cohesión social y el civismo se tienen que lograr a través de unos ciudadanos muy formados

Cómo afirma Gregorio Luri, la atención es el nuevo cociente intelectual. Las tareas escolares pierden posiciones porque hacerlas o no tiene más o menos las mismas consecuencias. Otro foco de problemas es un currículum cargado de tecnicismos, lo cual comporta situar el rol del profesorado en su ámbito más técnico, pero con menos autonomía profesional, que puede acabar, en palabras de Manuel Fernández Navas, en una pura “alienación del pensamiento docente”.

De todas maneras, la gestión ordinaria del aula, la manera de tratar con las familias, conducir una reunión, las habilidades sociales necesarias para la docencia no son una tarea sencilla. Esto ocurre porque estos aspectos no suelen formar parte del currículum de las facultades de educación y se suelen aprender por el método de ensayo y error una vez que ya se ejerce la profesión. Un déficit notable que habría que corregir.

Un prestigio que no llega

A pesar de que no hay evidencias fiables y objetivas de una falta de reconocimiento social de la profesión docente, ¿por qué tenemos una visión tan poco esperanzada de la escuela y de la tarea de los maestros y profesores? En nuestra sociedad, el significado del concepto autoridad está en crisis y las consecuencias las sufren los ciudadanos. En realidad, ¿cuál es la autoridad que necesita actualmente un profesor? ¿Qué modelo de autoridad estamos dispuestos a aceptar a través de los valores que son dominantes? Aceleración, inmediatez, enfocados al producto sin saborear el proceso, competitividad… Justamente a la inversa de lo que parece que tendría que promover la escuela.

¿Por qué tenemos una visión tan poco esperanzada de la escuela y de la tarea de los maestros y profesores?

La educación es una tarea de múltiples caras basada en un tejido de confianzas, colaboración leal y no invasiva de las funciones que tocan a cada uno de los sectores que conforman este ámbito. Tenemos demasiados profesores que trabajan aislados. No basta con tener vocación; hay que contar también con el respeto social y una carrera docente incentivada y no basada únicamente en la acumulación de trienios y estadios como únicos factores de mejora profesional.

Hay centros educativos (tanto públicos como privados concertados) que lo hacen bastante bien y otros que no tanto. La autonomía de cada centro tiene que ser real, planificada, sometida a evaluación, como también tiene que ser evaluada la función docente para estimular y premiar a aquellos profesionales que generan buenas prácticas educativas y que no se limitan a sumar trienios y estadios.

La autonomía del centro tiene que ser real, planificada y sometida a evaluación para estimular a docentes con buenas prácticas

Todo el mundo está de acuerdo con que la calidad tiene que combinar la equidad y la excelencia y que el profesorado es el elemento clave de un sistema educativo que tiene que ser más flexible, pero que también tiene que mejorar los resultados, fruto de un aprendizaje consistente. De hecho, todos los discursos políticos coinciden en considerar la educación como el epicentro del progreso económico y social. Pero la letra y la música de esta canción no encajan con la partitura que tenemos que interpretar, a pesar de que contamos con buenos músicos, buenos directores de orquesta y unos instrumentos suficientemente afinados.

El profesorado es el elemento clave de un sistema educativo más flexible y que tiene que mejorar los resultados

En definitiva, hay que encontrar el equilibrio entre la dinamización que precisa la enseñanza actual, en que la transmisión tradicional de los saberes ya no es la máxima prioridad, y la necesidad de asegurar que el profesorado pueda ejercer su función docente en condiciones. Esto es, dotar a los centros de la autonomía necesaria para poder aplicar en cada caso las medidas facilitadoras de la convivencia que se estimen oportunas, reforzar con las modificaciones legales que haga falta el liderazgo de los equipos directivos y del profesorado y, sobre todo, que se premie el respeto y el trabajo bien hecho. La educación de los valores que no caducan continúa siendo, por otro lado, una tarea prioritaria e insustituible de las familias.

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2024-05-03T07:29:43+00:00

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