por Jordi Viladrosa i Clua
Héctor Ruiz Martín es director de la International Science Teaching Foundation. Investigador en los campos de la neurociencia y la psicología cognitiva de la memoria y el aprendizaje. Es autor de “Los secretos de la memoria” (Ediciones B, 2022), “¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y a la enseñanza” (Editorial Graó, 2020), “Conoce tu cerebro para aprender a aprender” (ISTF, 2020), “Aprendiendo a aprender” (Vergara, 2020), “Los secretos de la memoria” (Penguin Random House, 2022) y “«Edumitos» Ideas sobre el aprendizaje sin respaldo científico” (ISTF, 2023).
Entrevista a Héctor Ruiz Martín
Usted ha dedicado buena parte de su investigación a averiguar cómo aprendemos los humanos y qué ocurre en nuestro cerebro mientras lo hacemos. ¿Tenemos suficientemente en cuenta, en los centros educativos, las evidencias recogidas a la hora de diseñar un proceso o, como se dice ahora, una nueva situación de aprendizaje?
Es difícil que el profesorado las pueda tener en cuenta porque, paradójicamente, aunque hace décadas que la ciencia ha revelado muchas cuestiones importantes sobre cómo aprenden las personas que serían útiles para la práctica educativa, por algún motivo no ha habido una transferencia efectiva desde la comunidad científica a la comunidad educativa. Desconozco el motivo, pero lo que puedo decir por mi experiencia en el ámbito de la divulgación, es que cuando acercamos esta investigación a los docentes, estos la acogen con mucho interés. Los docentes tienen una gran inquietud por hacer las cosas bien, por ayudar a su alumnado, y eso se nota en cómo acogen esta información que la ciencia les puede proporcionar para fundamentar mejor algunas de sus decisiones.
El sistema educativo es mucho más que el currículo previsto por las leyes educativas. Nunca acabamos de ponernos de acuerdo. ¿Por qué cuesta tanto llegar a consensos entre los legisladores, las administraciones educativas y el profesorado?
Creo que en educación a menudo estamos de acuerdo en los objetivos (aunque los expresamos de formas diferentes), pero no en cuál es la mejor manera de alcanzarlos. Por ejemplo, todos estamos de acuerdo en lo importante que es aprender a leer y disfrutar de una buena comprensión lectora; la discusión está en cómo conseguirlo. En cuestiones concretas como estas, que no dejan de ser relevantes, la ciencia precisamente puede ayudarnos proporcionando evidencias sobre qué métodos o medidas nos acercan más a nuestro objetivo, a la vez que puede alertarnos de los impactos colaterales de estas medidas, deseables o no, que es necesario tener presentes.
Seguro que ya se lo han preguntado muchas veces: el debate entre los partidarios del llamado sistema tradicional de enseñanza y el modelo basado en un enfoque competencial siempre mencionan el hecho de la memorización. ¿Nos podría poner luz en la oscuridad?
Entiendo que cuando se critica la “memorización” se critica el hecho de que muchos estudiantes estudien memorizando la información de su libro o apuntes al pie de la letra y sin mucha comprensión, y que tengan éxito en las pruebas de evaluación, haciéndolo así. Pero esto no debe llevarnos a pensar que utilizar la memoria es lo mismo que “memorizar”. Aunque digamos “memorizar” o “aprender de memoria” para referirnos a este aprendizaje literal, en realidad todo lo aprendemos es “con la memoria”.
La memoria es nuestra capacidad de aprender cualquier cosa. De hecho, tenemos varios sistemas de memoria, que dependen de regiones distintas del cerebro, que se ocupan de diferentes tipos de aprendizajes: hechos, ideas, habilidades, hábitos… Cuando se trata de adquirir conocimientos, interviene la memoria declarativa, y concretamente la memoria semántica.
Curiosamente, memorizar no es algo que hace muy bien nuestra memoria. Lo que se le da bien es recordar significados. Por ejemplo, es imposible que recordemos al pie de la letra una conversación que hemos mantenido esta mañana, pero sí podemos recordar sus ideas y, si es necesario, reconstruirlas aproximadamente a partir de la información recibida y cosas que ya sabíamos. Nuestro cerebro busca dar significado a todas nuestras experiencias (principalmente para evaluar si lo que tenemos enfrente puede tener consecuencias, positivas o negativas, en nuestros propósitos, y poder actuar de acuerdo con esto). La memoria es precisamente lo que nos permite crear significados, poniendo en relación nuestros conocimientos con la nueva información que recibimos, y conservar los nuevos significados que estas conexiones conllevan.
En fin, para aprender siempre dependemos de la memoria, pero cuando aprendemos dando significado semántico a las cosas lo aprendemos de una forma que resulta más duradera y transferible a nuevas situaciones.
Supongo, pues, que cuando se critica la memorización, se critica que se aprenda sin comprensión una información que probablemente se olvidará pronto y será poco transferible a nuevas situaciones, porque no ha comportado abstracción. Creo que todos estamos de acuerdo con lo que deseamos: aprendizajes con comprensión, duraderos y transferibles. Lo que debemos tener en cuenta es que la comprensión va evolucionando, y puede empezar siendo superficial para irse haciendo cada vez más profunda.
Todos estamos de acuerdo con lo que deseamos: aprendizajes con comprensión, duraderos y transferibles
Muchas veces oímos a personas que dicen que tienen mala memoria. En su libro “Los secretos de la memoria”, usted afirma que “tener una gran memoria es cuestión de proponérselo”. ¿A qué se refiere? ¿Qué estrategias funcionan mejor?
Ante todo hay que aclarar que la memoria no funciona como un músculo que se pueda entrenar y mejorar para recordar o aprender cualquier cosa. Únicamente hay dos formas de “mejorar” la memoria. La primera se da cuando adquirimos conocimientos sobre un tema: nuestra memoria se va haciendo más fuerte para seguir aprendiendo cosas relacionadas con este tema. Subrayo: relacionadas con este tema. Aprendemos conectando lo que sabemos con lo que estamos experimentando por relaciones de significado. Cuantos más conocimientos tenemos sobre un tema, más fácil nos resulta hacer conexiones con la nueva información relacionada. Pero esto no hace que mi memoria lo tenga más fácil para aprender cosas con las que no vea relación alguna. Por otra parte, más que mejorar la memoria, lo que podemos hacer es utilizarla de forma más eficiente: utilizando buenas estrategias de aprendizaje que se alinean con la forma en que funciona la memoria.
Aprendemos conectando lo que sabemos con lo que estamos experimentando por relaciones de significado
La ciencia avanza, pero la facultad memorística de los humanos aún esconde ámbitos inexplorados. En su opinión, ¿cuáles son los últimos descubrimientos científicos más relevantes en esta cuestión?
Desde un punto de vista científico, creo que los descubrimientos más interesantes hoy se están produciendo en el ámbito de la neurociencia, pues tenemos muchísimo por averiguar sobre qué ocurre en el cerebro, a nivel biológico, que nos permita explicar todos los fenómenos que ya ha observado la psicología desde hace décadas, e incluso hace más de un siglo. Particularmente, me parecen muy interesantes los descubrimientos sobre los mecanismos de la reconsolidación, es decir, lo que ocurre cuando rememoramos o evocamos algo. Sabemos que la evocación, que implica una reconstrucción de nuestros recuerdos, provoca su modificación, pero también una nueva ronda de consolidación que hace que lo evocado quede “reforzado” en nuestra memoria (incrementa nuestra capacidad de volver a evocarlo) en el futuro.
Ahora bien, estos avances, en su mayoría, son interesantes desde un punto de vista científico, e incluso médico, pero no tanto desde un punto de vista educativo. En la educación lo que le interesa son los hechos que describe la psicología, por ejemplo, que si evocamos lo aprendido lo hacemos más duradero y transferible. Lo que ocurre en el cerebro a nivel biológico que explique este hecho es fascinante, pero habitualmente no es lo que responde a las preguntas que nos hacemos como docentes o estudiantes.
Un aspecto que considero muy importante es la dificultad que tiene el profesorado cuando da clase para captar y mantener la atención de sus alumnos. Y no me refiero a una clase exclusivamente expositiva que dura toda la hora. Vivimos en un mundo de distracciones. ¿Cómo distorsiona tanta interferencia el proceso de memorización? ¿Qué se puede hacer?
Sé que a menudo nos referimos a esta situación como cuestión de atención, pero creo que más bien deberíamos hablar de motivación. La atención es un proceso muy dinámico. Nuestro foco de atención va cambiando continuamente, entre los distintos estímulos sensoriales que recibimos y nuestros pensamientos. Lo importante es que haya algo que nos motive a devolver el foco hacia lo que se desea que se aprenda. En clase, hay muchas técnicas que pueden utilizarse para promover esta motivación y reducir los posibles ratos de distracción. Técnicas que hacen que el alumnado tenga que estar al corriente de lo que ocurre continuamente, porque continuamente será interpelado; la actividad no avanzará si no pone de su parte.
El modelo educativo centrado en competencias cuenta con varios detractores, pero la mayoría afirman que no es necesario recordar tantos contenidos porque ya se pueden encontrar en la red. Yendo más allá de esta simplificación, y partiendo de su investigación, ¿cuáles son los retos que plantea este enfoque y qué papel debe tener la memoria?
A veces pienso que con esto de las competencias nos hemos complicado la vida para expresar que lo que deseamos son aprendizajes con comprensión, que resulten duraderos y puedan ser transferibles a nuevas situaciones y contextos. Y es que, por lo que yo entiendo, las competencias no son más que la posibilidad de movilizar y utilizar unos conocimientos para resolver problemas, interpretar casos, etc. Es decir, que no solo seamos capaces de reproducir una información, sino que esta información se haya convertido en conocimiento en nuestro cerebro y que este conocimiento nos permita percibir, razonar y recordar de maneras que antes no nos resultaban posibles.
Deseamos aprendizajes con comprensión, duraderos y transferibles a nuevas situaciones y contextos
El problema es que los malentendidos que se han generado han llevado incluso a que algunos identifiquen las competencias como habilidades genéricas independientes de los conocimientos, cuando esto no tiene sentido desde un punto de vista cognitivo. La creatividad, la resolución de problemas, el razonamiento crítico no son habilidades que se desarrollen con independencia de unos conocimientos concretos, sino siempre en relación con ellos. Un jugador de ajedrez puede ser muy creativo jugando al ajedrez, pero no cocinando, por ejemplo. Yo puedo ser muy crítico con información supuestamente neurocientífica, pero estoy completamente desarmado si debo opinar sobre la reparación que mi mecánico le ha hecho a mi coche.
El problema es que, en algunos casos, esto ha llevado al sin sentido de definir objetivos curriculares como objetivos competenciales genéricos, sin asociar explícitamente los conocimientos concretos a los que hacen referencia, lo que ha generado más malentendidos y, en consecuencia, incomprensión y rechazo.
Está claro que el currículo no debe ser una lista de “conocimientos” a alcanzar, sino que debe incluir lo que esperamos que el alumnado sea capaz de hacer con estos conocimientos, porque esta será la forma de asegurarnos de que los han adquirido con comprensión. Si yo puedo utilizar lo que he aprendido para hacer una crítica o proponer una solución a un problema, es probable que lo haya entendido (en mayor o menor grado). Como mínimo será una mejor evidencia de mi comprensión que si simplemente lo expongo tal y como figuraba en el libro de texto. Pero entonces es necesario que el currículo explicite bien lo que realmente buscamos, para que no genere confusión. Ayudaría mucho que los criterios de evaluación fueran más concretos, combinando unos saberes específicos con lo que esperamos que el alumnado pueda hacer con ellos, por ejemplo.
El currículo debe incluir lo que esperamos que el alumnado sea capaz de hacer con esos conocimientos
Por último, y partiendo de la realidad que, a veces, la memoria falla, ¿qué consejos puede dar a nuestros lectores para evitarlo, si es que esto es posible?
La mejor manera de cuidar nuestra memoria es cuidar de nuestro cerebro, y esto es como decir que debemos cuidar de nuestra salud: dieta equilibrada, evitar la vida sedentaria, cuidar las relaciones sociales, tener contacto con la naturaleza, tener cuidado con el estrés prolongado, evitar el tabaco, el alcohol, etc. Nada que no sepa todo el mundo. Ahora, si lo que queremos es evitar olvidarnos de nuestros propósitos, nada mejor que prestar atención a cuándo los formulamos y, sobre todo, ayudarnos con soportes externos: alarmas, agendas, post-its, etc. En cuanto a mejorar nuestra capacidad de aprender, entonces recomiendo aprender y aplicar buenas estrategias de aprendizaje como las que describo en mis libros.